miércoles, 26 de abril de 2017

Escritor, elige bien adónde quieres llevarnos

Las coordenadas espaciales

Antes de introducir a tus personajes, piensa que estos se tendrán que mover en un espacio concreto y que ese espacio se lo tiene que imaginar el lector. El lugar, no lo olvides, es un componente esencial en cualquier artefacto narrativo y, como el resto de elementos literarios, ha de ser: creíble, coherente con los demás elementos, necesario y, por supuesto, significativo, es decir, ha de tener entidad propia, que no recuerden a ningún tópico, por mucho que estén de moda o por grande que sea su prestigio literario. Da igual que sitúes la acción en Madrid, Barcelona, una playa de Cádiz, el pueblo más perdido de los Pirineos, la casa de la Bruja Piruja o el país de Irás y No volverás, el secreto para no refugiarte en modelos establecidos es echar mano de tu propia experiencia. Fíjate en este ejemplo:
En los  atardeceres calurosos del verano, cuando la carretera y los campos están envueltos en una polvareda, ciérnese sobre la llana superficie de aquel mar terrestre una neblina oscura. En la primavera, cuando el campo está verde, el efecto es algo distinto. La llanura semeja una enorme mesa de billar, en la que se mueven, trabajando, pequeños insectos humanos.
(...)

Pensaba en cosas pequeñas: en Turk Smallet acarreando tablas en su carretilla por la calle mayor del pueblo, en las horas de la mañana;  en una mujer alta y elegantemente vestida que había pasado una noche en el hotel de su padre; en Butch Weeler, el hombre que encendía las luces de Winesburgo, corriendo por las calles en una noche de verano con la antorcha encendida en lo alto; en Helen White, a la que vio un día de pie junto a una ventana de la casa de correos de Winesburgo y pegando un sello en un sobre.
SHERWOOD ANDERSON. (Del volumen Winesburg, Ohio)
La experiencia y la imaginación son intrasferibles, este texto en su época era original, si tú hicieses lo mismo no sería más que una mala copia. Tu elección dependerá, fundamentalmente, de lo que vayas a contar, de la época en que sitúes los hechos y de los personajes que vayan a intervenir. Tienes que describirlo equilibradamente y con orden, incluyendo todo lo que afecte al desarrollo del relato sin abusar de detalles irrelevantes que desvíen la atención de los hechos y ralenticen la acción desperdiciando así parte de su potencial. Para ello tienes que eliminar ambigüedades, dibujando con la mayor precisión posible aquello que has decidido describir. El objetivo es que el lector vea lo que muestras con toda claridad, sin ningún género de dudas, ya que solo así podrá creerte. Ten en cuenta que la verosimilitud de tu relato dependerá en gran parte del marco que elijas.

Aspectos subjetivos

El lugar también puede servir de símbolo, añadiendo rasgos nuevos al tono general. Los autores de misterio, como Poe o el Becquer de las Leyendas, utilizan la noche, las atmósferas brumosas, los cementerios, los castillos o las ruinas para introducir en las escenas el efecto estremecedor propio del género. A veces, incluso, se provocan determinados sentimientos o se anticipan acciones futuras preparando al lector para lo que va a ocurrir más adelante. En cualquier caso, el que nos lee ha de tener la impresión de que eso que le estás contando solo pudo ocurrir en ese espacio, que ese y no otro es el idóneo para situar los hechos que has imaginado: cada lugar –pero también cada época, como te explicaré dentro de poco– tiene que ser único, dar la impresión de que no se puede intercambiar con ningún otro, pues en ese caso estaría ahí como un simple adorno que no afectaría a la narración para nada.
Turner fue un maestro en provocar emociones a través de sus pinturas
J. M. W. Turner (1844)

Su relación con el tiempo


El lugar y el tiempo también tienen en común su ambivalencia. Si nos interesa describir con total objetividad un espacio, solo escogeremos rasgos realistas, si, por el contrario, lo que pretendemos es atribuirle un sesgo emotivo, lo presentaremos a través de la mirada del narrador o de alguno de los personajes (un niño verá muy grande su casa, el que acaba de sufrir una pérdida la encontrará oscura y lúgubre); pero si, además, consiguiésemos combinar ambos puntos de vista, obtendremos un escenario tan convincente que al lector le parecerá que lo está viendo produciéndose en él las emociones que habíamos previsto. 

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