viernes, 28 de abril de 2017

Escritor, búscale un buen asiento a tu historia

Una buena ambientación es requisito fundamental para hacer verosímil cualquier cosa que cuentes

Ambientar un relato significa transmitir referencias al lector, recrear un contexto eliminando de él cualquier asomo de vaguedad: el secreto está en parecer sincero, y para conseguirlo tienes que combinar varias técnicas.
  • Del ambiente local ya hemos hablado. Es el espacio o escenografía en el que vas a situar tu acción. Una vez elegido, tienes que intentar darle vida y movimiento para que el lector se introduzca en él sin dificultad haciendo suya la escena que tratas de mostrarle. Empieza haciéndote un croquis mental de las peculiaridades espaciales de tu narración, desde la ciudad o país donde vas a situar los hechos hasta cada uno de los lugares, grandes o pequeños, en que transcurrirá cada episodio. Se trata de que conozcas mucho más ampliamente que el lector la escenografía completa pues ese conocimiento, aunque no se haga nunca explícito, se reflejará en la seguridad con que vas a manejar datos y situaciones y esto te proporcionará credibilidad. Si el sitio existe realmente y no lo conoces, un buen recurso es manejar fotografías, también puedes consultar planos, esquemas y mapas. Este material quedará para tu uso exclusivo a no ser que, una vez acabada tu obra, consideres conveniente que tus lectores se sirvan de él debido a la complejidad espacial de esta o a lo insólito del espacio que ha creado tu fantasía, tal como sucede, entre otras, en la novela El Señor de los Anillos,
  •  La ambientación histórica o costumbrista requerirá un esfuerzo extra si el tiempo de tu novela no coincide con el que te ha tocado vivir. Realizar un acopio exhaustivo de documentación es lo primero que te hará falta. A través de ella, conocerás a fondo los hechos históricos propiamente dichos, pero también el espíritu de la época con todo lo que esto conlleva: lenguaje y estética general del momento elegido así como material de atrezo (objetos de uso doméstico, ropa, arquitectura, cocina, arte, medios de transporte etc.).
    Fotograma de The Hobbit
  • Si lo que deseas es recrear un ambiente fantástico tendrás que inspirarte en circunstancias reales y añadir caracteres poco comunes o hacer que ocurran hechos extraordinarios. Es aquí, sobre todo, donde tienes que poner un cuidado exquisito para no caer en incoherencias, pero si te ciñes por completo al marco que has establecido previamente, este podrá ser todo lo prodigioso que quieras.
  • Para sacar adelante un buen argumento de aventuras has de combinar  acción y descripción de lugares con las reacciones o efectos que producen las hazañas de tus personajes. La ambientación es aquí determinante y admite infinitas variaciones.
  • Si escribes un relato de misterio tienes que hacer hincapié en los momentos cruciales, crear intriga en cada uno de ellos mediante golpes de efecto. Para ello tendrás que servirte de recursos como la sorpresa, la oscuridad, las escenas tormentosas, la ocultación de datos etc.

Recuerda que el lector ha de visualizar lo que lee y que sólo conoce lo que hay en el texto, no lo que al escritor le pasa por la cabeza. Por tanto, tienes que encontrar el detalle significativo, familiar y verosímil, que concuerde con los rasgos genéricos de lugar, época y subgénero. El lenguaje también tiene que ir en consonancia (arcaico si situas el relato en la antigüedad, trepidante para el de aventuras, poético para la anécdota sentimental…) En palabras de Juan Rulfo: “lo importante es crear imágenes que permitan evocar la realidad”. Otros autores hablan de presentismo o posibilidad de hacer presente lo que contamos, aportando detalles o bien simulando cierta confidencialidad y cercanía con el lector.

Además, tienes que esmerarte en no incluir términos poco adecuados al contexto, como anacronismos o registros lingüísticos que estén fuera de lugar. Lo que necesitas, en definitiva, es reconstruir la realidad que rodea a una historia y, como sabes, la realidad es muy compleja, posee aspectos infinitos, no es uniforme, no tiene una única dimensión, la componen planos superpuestos. Para que te hagas una idea, puedes compararla a una constelación: si eres capaz de crear la tuya propia, tu relato resultará convincente.

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